Abrazo latinoamericano
Mi cuate. Mi socio. Mi hermano.
Aparcero. Camarada. Compañero.
Mi pata. M'hijito. Paisano...
He aquí mis vecinos.
He aquí mis hermanos.
Las mismas caras latinoamericanas
de cualquier punto de América Latina:
Indoblanquinegros,
blanquinegrindios
y negrindoblancos;
rubias bembonas,
indios barbudos
y negros lacios.
Todos se quejan:
–¡Ah, si en mi país
no hubiese tanta política...!
–¡Ah, si en mi país
no hubiera gente paleolítica...!
–¡Ah, si no hubiese tanto militarismo,
ni oligarquía,
ni chauvinismo,
ni burocracia,
ni hipocresía,
ni clerecía,
ni antropofagia...
–¡Ah, si en mi país...!
Alguien pregunta de dónde soy.
Nací cerca del Cuzco,
admiro a Puebla,
me inspira el ron de las Antillas,
canto con voz argentina,
creo en Santa Rosa de Lima,
y en los Orishas de Bahía.
Yo no coloreé mi continente,
ni pinté verde al Brasil,
amarillo a Perú,
roja a Bolivia.
Yo no tracé líneas territoriales
separando al hermano del hermano.
–¡Ah, si en mi país...!
Poso mi frente sobre el Río Bravo,
me afirmo pétreo sobre el Cabo de Hornos,
hundo mi brazo izquierdo en el Pacífico,
y sumerjo la diestra en el Atlántico.
Por las costas de oriente y occidente
doscientas millas entro a cada Océano,
sumerjo mano y mano
y así me aferro a nuestro continente
en un abrazo latinoamericano.