Hubo que esperar mucho, pero por fin llegó. Pocas veces he deseado tanto que llegue un concierto como en esta ocasión. Son muchos años de espera, una vida completa para vivir y sentir una de esas trovadoras maravillosas de Latinoamérica. Katia en estado puro, Nicaragua en el corazón. La solidaridad y el amor nos visitaron y se dieron la mano.
Katia Cardenal, acompañada a la guitarra por su hija Nina, por primera vez en el festival BarnaSants.
© Joan Carles Martínez
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En algún momento de su concierto, Katia habló de "construir la primavera en el mundo". Doy fe que no lo consiguió pero al menos nos llenó de flores el Auditori Barradas de l’Hospitalet (Barcelona) que vibró con la trova de esa mujer a la que admiro desde hace tanto y a la que siempre he tenido tan lejos, demasiado.
Fueron 23 las canciones. Nada más y nada menos y aun parecieron pocas. Hubiésemos querido que aquella fiesta no terminase nunca. No hubo grandes alardes, ni mucha escenografía. Bueno, yo diría que ninguna, pero qué más da cuando estamos ante una de las grandes. Ella necesita poco: su hija Nina al lado, sentada, seria y dispuesta pero sin aspavientos ni concesiones a nadie ni a nada. Solo su voz (no canta nada mal Nina ¿eh?) y su guitarra con la que también se defendió más que bien. La "mami" a su lado, de pie, omnipresente, llenándolo todo. Los demás allí, expectantes, con muchos "Nicas" en la sala, con un ataque de nostalgia enorme y felicidad en sus rostros: Una de las suyas estaba allí, embajadora de lujo. Banderas azules y blancas que en más de una ocasión llenaron el espacio para hacernos ver a todos que allí estaba la hermosa Nicaragua presente, palmas, respeto, silencio, y alguna que otra lagrimita de felicidad mezclada con melancolía. Mucha emoción, sin duda y un repertorio a medida de lo que se esperaba.
Tampoco faltó allí su hermano Salvador Cardenal. A pesar de que Katia nos recordó en varias ocasiones que hacía 4 años que se había ido para siempre seguía allí. Las canciones de Salvador florecieron de nuevo: Canción del fuego, Canción pequeña, Casa abierta, Aletea, No podrán, Arar el aire y alguna más, dejaron constancia del legado musical de Salvador Cardenal, que formó junto a su hermana el dúo Guardabarranco que desde 1980 ejercieron una labor impagable en escuelas, fábricas, pueblos y campamentos de la Nicaragua revolucionaria.
Posiblemente fue la pertenencia al dúo la que pudo abrir la puerta (años más tarde) a que Katia pudiera presentarse en solitario. Ella misma recordaba en una mezcla de incredulidad y sorpresa lo difícil que era para una trovadora femenina abrirse paso en una zona geográfica tan lejana aun de otros países donde el talento tiene su cabida independientemente del color, el sexo u otros condicionantes.
Pero Katia también obtuvo un segundo premio en el Festival de la OTI de 1990 con Dame tu corazón de su hermano Salvador. Katia bromeó también con eso porque se la criticó por no dejar paso a gente joven. "Yo tenía 27 años" decía ella entre el espanto y la risa.
Katia es quizás la mejor intérprete de Silvio que existe. Es capaz de interpretar y versionar a los más grandes trovadores latinoamericanos. El mexicano Alejandro Filio no se libró tampoco de entrar en su garganta. Así pues de Silvio interpretó Quién fuera y antes de terminar con Antes que nazca el día perteneciente a la Misa Campesina de Carlos Mejía Godoy, interpretó más que bien otras canciones de su propia producción y del dúo Guardabarranco: Poderte amar, Smaragdos Margara (del poeta nica Carlos Martínez Riva), canciones de amor como Si buscabas y Plegaria y otras como Hojarasca, El desayuno, Mi luna, Mariposa de alas rotas, Días de amar y también Aurora, canción del que existe un documental del mismo título.
Emocionó recordando a su tío Juan con Corazón de niño. Nos trajo a la memoria el penoso atentado de Madrid del 2004 en el mismo lugar por donde ella casualmente pasó solo unas horas antes con El perfume y la flor, recordó la memoria de Santiago Feliú recientemente fallecido y no se olvidó de su hija, fiel acompañante en su concierto al cantar Brisa, fruto del trabajo en común de la propia Nina con su hermano Sebastián, en un proyecto propio.
Katia Cardenal es Educadora musical, maestra de flauta y una gran embajadora de su Nicaragua tantas veces mencionada en su concierto. Por razones de vida vivió años en Noruega donde alcanzó una notable popularidad y reconocimiento. Solo tengo una cosa en su contra: no haber cantado Creciendo, canción simplemente preciosa de su compatriota Hernaldo Zúñiga.
Señora, quedo a sus pies y honraré su nombre por donde quiera que pase.
© Joan Carles Martínez
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